Benito Pérez Galdós, el más universal de los escritores canarios y uno de los máximos exponentes de la literatura española de todos los tiempos, nació el 10 de mayo de 1843 en Las Palmas de Gran Canaria. Pasó los años de su infancia en la vivienda familiar, ubicada en el nº 6 de la calle Cano del barrio comercial de Triana (hoy convertida en Casa-Museo), y desde pequeño mostró gran interés por las que serían sus grandes aficiones: la pintura, el dibujo, el diseño y la música. Fue el menor de diez hermanos y cursó los estudios de Secundaria en el Colegio de San Agustín, en Vegueta. En 1862 se examinó del Grado de Bachiller en el Instituto Provincial de La Laguna (Tenerife) y, ese mismo año, se trasladó a Madrid con el propósito de estudiar Leyes.

Pronto comenzó a frecuentar tertulias literarias y a colaborar en los más importantes periódicos de la España de la segunda mitad del siglo XIX. En ellos escribió acerca de los más diversos temas: pintura, música, literatura, costumbres… convirtiendo sus opiniones en verdaderas crónicas literarias de la sociedad española del momento. Publicaciones periódicas como La Nación, Revista de España, El Debate, El Imparcial, El Liberal, Heraldo de Madrid, La Prensa de Buenos Aires, Revista Cántabro Asturiana, entre muchas otras, recogieron sus artículos. En 1868 abandonó sus estudios de Derecho
para profundizar en la escritura. En 1870 publicó La Fontana de Oro.

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Familia Pérez Galdós

A partir de entonces su labor como escritor es ininterrumpida, cobrando especial interés su producción narrativa y dramática. Sin embargo, escribió también cuentos (sirvan de ejemplo títulos como La conjuración de las palabras, La novela en el tranvía, Un tribunal literario, La mula y el buey, La princesa y el granuja y Rompecabezas); prólogos para obras propias (como los de sus piezas teatrales Los condenados y Alma y vida); prólogos para obras ajenas (el prólogo a la 3ª edición de La Regenta de Clarín); y ensayos-artículos de crítica literaria (como “La sociedad presente como materia novelable”, “Observaciones sobre la novela contemporánea en España”…).

Viajó con frecuencia. Además de recorrer prácticamente toda la Península, visitó numerosas ciudades europeas (París, Lisboa, Londres, Edimburgo, Roma, Berlín…) e incluso estuvo en Marruecos, concretamente en Tánger, buscando información para el episodio Aita-Tettauen (publicado en 1905). Como escritor realista se documentó con el fin de incorporar datos históricos en sus ficciones (rasgo principalmente característico de sus Episodios Nacionales). Utilizó diversas fuentes de documentación: la observación directa del entorno, los viajes, la lectura y los testimonios que obtuvo de personajes relevantes de la Historia española decimonónica (como la reina Isabel II, entrevistada por el autor en 1902 cuando ya estaba exiliada en Biarritz). Entre estas diversas fuentes de información, la lectura fue el principal vehículo de aprendizaje y de documentación constantes. En sus residencias de Madrid y Santander poseía una importante Biblioteca compuesta por cerca de 4.000 ejemplares. A medida que leía, anotaba aquellos datos
que le resultaban de interés para la creación de una trama novelesca y la caracterización de un personaje literario.

Imagen cedida por: Casa-Museo Pérez Galdós.
Cabildo de Gran Canaria

Sin lugar a dudas, el maestro admirado desde su niñez fue Miguel de Cervantes. Numerosas son las referencias al Quijote en la narrativa galdosiana: desde el comienzo de la novela Tristana, que recuerda al inicio de la magna obra cervantina, hasta la procedencia manchega de muchos de sus personajes (en La desheredada, El doctor Centeno, Tormento, Nazarín…). Muchos estudiosos opinan que Benito Pérez Galdós ha sido y es el mejor legatario del humor cervantino: la ironía conseguida gracias, principalmente, a un inteligente empleo del lenguaje. Pero no sólo Cervantes influye en la literatura de Galdós. Uno de los géneros narrativos más significativos de la narrativa española del siglo XVI, la novela picaresca, se manifiesta en muchas de sus novelas.

Títulos como El Lazarillo de Tormes, anónima, y El Buscón, de Quevedo, son decisivos para comprender el origen y las andanzas de algunos caracteres galdosianos, especialmente de Felipe Centeno; personaje de origen humilde que aparece por primera vez en Marianela, posteriormente en La familia de León Roch, da título a El doctor Centeno y deambula por las páginas de Tormento. Pero Pérez Galdós, como todos los grandes, va más allá y bebe también de escritores extranjeros como Shakespeare, Balzac, Zola, Dickens, Walter Scott, entre muchos otros. Tres grandes autores del siglo XIX aportan rasgos a la ficción galdosiana. De Balzac, principal representante del realismo francés, tomó la idea central de concebir personajes que reaparecen en diferentes novelas para dotar de mayor verosimilitud su universo literario. De este modo, personajes como Felipe Centeno, Torquemada, Alejandro Miquis, Rosalía y D. Francisco Bringas, José Ido del Sagrario, Pedro Polo, por citar sólo algunos, van saltando de novela en novela adquiriendo un mayor o menor protagonismo.

En cambio, de Zola asume la principal característica del Naturalismo literario: el determinismo, es decir, la idea esencial de que el comportamiento humano viene “determinado” por la herencia biológica y las influencias del entorno social (claros ejemplos son las lecturas de La desheredada y de Fortunata y Jacinta, cénit de la narrativa galdosiana).

Precisamente el Naturalismo, adaptado por Galdós a la identidad artística nacional, inicia su andadura en España a partir de la publicación de La desheredada, novela publicada en 1881. A partir de aquí influirá en los escritores del momento, como Clarín y Emilia Pardo Bazán, y en otras obras de Galdós como Realidad, Lo prohibido, Misericordia y Halma. En cuanto a Dickens, otro de sus novelistas más admirados y exponente del realismo inglés, comparte el interés por reflejar el mundo de la infancia. Los relatos de Dickens denuncian la miseria, el dolor y el abandono sufrido por muchos niños, aspecto que, si bien no cobra la misma complejidad en la narrativa del canario, tampoco pasa desapercibido en títulos como Trafalgar, Marianela, La desheredada, El doctor Centeno, Fortunata y Jacinta y Miau.

Su producción narrativa, la más estudiada y conocida en nuestros días, ha sido clasificada de múltiples maneras, obedeciendo fundamentalmente a dos criterios básicos: por una parte, la gran cantidad de títulos publicados; por otra, la evolución ideológica, temática y artística presente en su literatura. A pesar de todo, la mayoría de los estudios hablan de una primera etapa cercana al costumbrismo e integrada por sus tres novelas iniciales (La Fontana de Oro, La Sombra y El audaz); el grupo de obras compuesto por las denominadas “novelas de tesis” (Doña Perfecta, Gloria, Marianela y La familia de León Roch); el ciclo conformado por lo que el propio Galdós llamó “Novelas Españolas Contemporáneas” (títulos como La desheredada, El amigo Manso, El doctor Centeno, Tormento, La de Bringas, Fortunata y Jacinta, Miau, Tristana…). Son precisamente las obras pertenecientes a esta etapa las que mejor reflejan la sociedad española contemporánea, la burguesía madrileña del siglo XIX, las que se inscriben dentro del Realismo literario y reinterpretan las huellas del Naturalismo. Alrededor de 1889, fecha de publicación de La incógnita, la estética realista comienza a ser cuestionada y es entonces cuando su literatura comienza a evolucionar hacia posturas cada vez más espiritualistas e idealistas con obras como Ángel Guerra, Nazarín, Halma, Misericordia y El abuelo. En sus últimas novelas lo irracional, incluso lo fantástico, deja constancia de un Galdós más idealista y, posiblemente, escéptico. Prueba de esto son títulos como El caballero encantado y La razón de la sinrazón. Dentro del conjunto de esta obra narrativa cobran especial relevancia los Episodios Nacionales, proyecto de escritura histórica que lo ocupó prácticamente toda su vida, en los que novela la Historia española de su tiempo combinando acontecimientos y personajes históricos con otros estrictamente ficticios (o literarios). Son en total 46 episodios agrupados en 5 series con títulos como Trafalgar, Cádiz, 7 de julio, Zumalacárregui, Narváez, Prim, España trágica y Amadeo I.

En su intento por reflejar el “espectáculo” ofrecido por la clase media española, abordó los más diversos aspectos de la sociedad de su época. Grandes temas de su
escritura son: la importancia de la educación como vehículo de regeneracionismo sociopolítico, le defensa de la educación de la mujer, el conflicto religioso, la denuncia de la doble moral y de las supersticiones populares, y el apoyo al progreso científico como garantía de desarrollo sociocultural. Todo esto corrobora que su lectura continúa siendo de rabiosa actualidad (políticos sin ideales, sacerdotes faltos de vocación y caridad, población descreída e hipócrita, mujeres víctimas del sistema patriarcal y machista, diferencias sociales insalvables, monarquía caduca…).

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Cabildo de Gran Canaria

Precisamente, en la actualidad se subraya la modernidad de su escritura, no sólo por su pensamiento y por los temas tratados, sino también por el empleo de novedosas prácticas novelescas.

Durante los últimos años del XIX y primeras décadas del XX, concretamente de 1892 a 1918, publicó sus obras teatrales y las últimas series de los Episodios Nacionales (la 4ª y 5ª series, ésta última incompleta). Adaptó algunas de sus novelas a la escena, caso de Realidad, Doña Perfecta y El abuelo, y escribió obras exclusivamente dramáticas como Los condenados, Alma y vida, Voluntad, La fiera y Electra. Su teatro, con el que cosechó importantes éxitos en vida, supuso una ruptura con el drama burgués del XIX y abrió las puertas a la escena española contemporánea, además fue el medio que le permitió abordar y denunciar de manera directa e inmediata los temas que tanto le preocuparon. En definitiva, compuso un teatro realista de ideas precursor de los intentos dramáticos de los autores noventayochistas.

En 1891 compró un solar en Santander, donde construyó su finca “San Quintín”, colaborando en el diseño de los bocetos arquitectónicos y del mobiliario de la casa. También en el 91 nació su hija María, fruto de su relación con Lorenza Cobián y única heredera.

En Santander, única casa propiedad del escritor, pasó largas temporadas a partir de 1893, convirtiéndose en la residencia donde, además de escribir, recibió a los amigos y ofreció veladas literarias y musicales. A pesar de todo, nunca fue partidario de encuentros sociales y de la vida pública.

En 1897 ingresó en la Real Academia de la Lengua con la lectura de su discurso “La sociedad presente como materia novelable”, contestado por Marcelino Menéndez Pelayo. En los últimos años llegó el merecidísimo reconocimiento nacional a uno de los escritores más prolíficos de la literatura española y principal representante de nuestro Realismo literario. Incluso, optó en varias ocasiones al Permio Nobel de Literatura; sin
embargo, sus ideales sociopolíticos y su postura crítica ante determinado sector de la iglesia frustraron injustamente este reconocimiento internacional.

Imagen cedida por: Casa-Museo Pérez Galdós. Cabildo de Gran Canaria

Murió, a los 76 años, la madrugada del 4 de enero de 1920, completamente ciego, en la casa de su sobrino José Hurtado de Mendoza, en la calle Hilarión Eslava de Madrid.

Su muerte fue ampliamente recogida en la prensa, tanto nacional como extranjera, de los días siguientes con titulares como “Ha muerto el patriarca de las letras españolas”, “La muerte del maestro”, “El duelo de España ante la muerte de Galdós”… Esa noche cerraron todos los teatros madrileños en señal de duelo. El entierro, acontecido la tarde
del 5 de enero, costeado por el Estado y presidido por Natalio Rivas, ministro de Instrucción Pública, constituyó una gran manifestación popular donde miles de personas de toda condición acompañaron el féretro en su recorrido desde el Patio de Cristales del Ayuntamiento de Madrid, donde se instaló la capilla ardiente, hasta el Cementerio Municipal de La Almudena.

En nuestros días es considerado como uno de los principales nombres de las letras españolas y del Realismo literario europeo; no obstante, su personalidad ha trascendido lo exclusivamente literario, convirtiéndose en una de las figuras más relevantes de la vida cultural y política de la segunda mitad del siglo XIX en España. Entre los homenajes destacan aquéllos que constatan el cariño y la admiración manifestados por sus paisanos. Precisamente por elección de los canarios es nombrado Diputado Republicano y Socialista por la provincia de Las Palmas (lo fue también por Madrid y por La Guayama, provincia de Puerto Rico). Muchos son los puntos de Las Palmas de Gran Canaria que rememoran al más ilustre de sus hijos y quizás sean tres los que sobresalen: su Casa-Museo, el más importante Teatro de nuestra ciudad y nuestro propio instituto (edificaciones públicas que llevan su nombre).

Escritor, eso por encima de cualquier otra ocupación, pensador, periodista, crítico, político, pintor, dibujante, músico… En Pérez Galdós encontramos al literato llevado a los cines por Luis Buñuel, entre otros cineastas, y traducido en vida al catalán, inglés, francés, alemán, portugués, italiano, checo, finlandés, polaco, ruso, japonés, chino… Al hombre republicano y socialista, anticlerical y liberal, pero ante todo reservado, sereno y tolerante. Un hombre de ideas, pero un hombre discreto (poco sabemos de su vida porque poco quiso contarnos en sus Memorias de un Galdós desmemoriado). Un hombre que, por encima de todo lo dicho, debemos conocer adentrándonos en sus maravillosas páginas.

“Carta a Mª Guerrero”

Imagen cedida por: Casa-Museo Pérez Galdós. Cabildo de Gran Canaria

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